jueves, 27 de marzo de 2014

Miedos de mentira

Nos encanta sentir miedo. A todos. De una forma u otra, nos gusta pasar por situaciones que suban nuestra adrenalina y que generen temores. Pero miedos de mentira, como el que sentimos viendo una película de terror, visitando una casa de feria llena de gente disfrazada de monstruos que nos asustan (o lo intentan), viviendo una experiencia de aventuras saltando por un puente atado a una cuerda, volando en ala delta, subiendo en globo o descendiendo un barranco, etc… Los llamo miedos de mentira no porque esté libres de peligro, ya que tienen sus riesgos. Viendo la peli te puedes atragantar con las palomitas, te puede dar un infarto si en la casa del terror te dan un susto de los buenos, o puedes darte una torta haciendo puenting, ahogarte haciendo rafting, sufrir una taquicardia haciendo footing o cualquier tipo de accidente practicando alguna cosa que acabe en “ing”.

Son miedos de mentira porque los vamos buscando, no estamos obligados a pasar por ellos, y por tanto, los disfrutamos e incluso nos reímos para compensar la aceleración de los latidos del corazón y calmar el ánimo, como cuando en la película el psicópata aparece inesperadamente en la pantalla acompañado de un sonido de ¡tachán!, el correspondiente susto nos pega al techo y soltamos un inevitable grito. Y después hacemos jajaja, no pasa nada, sigo vivo, es de mentira.

Y luego están los otros miedos, los que no nos gustan en absoluto, los miedos cotidianos de todos los días, los auténticos, los que no podemos controlar. Por eso no nos gustan, están fuera de nuestras manos. Miedos tan sencillos y terribles como no saber si podremos comer el día de mañana, no encontrar trabajo, que alguien por la calle intente atracarte a punta de navaja, que un hijo o hija tuyo desaparezca repentinamente por obra de un pirado o de una mafia de trata de blancas, incluso miedo a los ratones, las arañas o cualquier otro animal que nos parezca desagradable y se cuele en nuestra casa.

Esos miedos son los que nos hacen sufrir de verdad, los que no compensamos haciendo jajaja, los que provocan nuestro sudor, temblequeos y llantos.


Personalmente, me quedo con los miedos de mentira.

lunes, 24 de marzo de 2014

Alitas de pollo y lucha libre

Es lo que hago cada sábado al mediodía, me zampo unas alitas de pollo, que están riquísimas, y me pongo en Neox los combates de la WWF. Y oye, me siento muy americano.

No hay cosa que disfrute tanto en esos momentos. Lo siento por los pollos, pero me encanta comerme sus alitas, y ver a Batista, Brock Lesnar, Randy Orton, Rybak, John Cena, el Enterrador y toda esa peña dándose de tortas es un espectáculo. De los pocos placeres que me puedo permitir hoy en día.

¿A qué viene esto? Pues a que hay gente que me dice que para ser feliz no hace falta el dinero. Y yo le respondo, vale, es cierto que algunas cosas, como comer alitas y ver la lucha libre en televisión, no son muy caras (sí que hace falta una cierta cantidad de dinero para poder comprarte las alitas y poder pagarte la electricidad que hace funcionar la televisión) pero en mi opinión, el dinero sí que es imprescindible para ser feliz.

¿Qué es la felicidad? Yo creo que la felicidad es la ausencia de problemas. Y cuando alguien tiene problemas, habitualmente es porque no tiene dinero para pagar deudas.

Si no puedes pagar el alquiler o la hipoteca de tu casa o la letra del coche, tienes un problema, y al estar preocupado por cómo resolver ese problema, no eres feliz.

Si no tienes pareja y estás triste o desconsolado, tienes un problema, y al no tener dinero, te será más complicado viajar o acudir a locales de copas o inscribirte en páginas web o demás sitios donde haya posibilidades de encontrar pareja.

Si tienes una enfermedad que puede curarse con un tratamiento muy caro de esos que solo se pueden conseguir en Estados Unidos, y no tienes dinero para ello, te vas a morir, por tanto, tienes un problema.

Sí, ya lo sé, hay enfermedades incurables, pero eso ya no es un problema, es un suceso inevitable, y por mucho dinero que tengas, no podrás impedir que suceda.

Problema, en mi opinión, es toda aquella situación negativa para nosotros que nos cause preocupación, nervios, miedo, etc, y que pueda resolverse con dinero.

Y si, como dije antes, para mí, la felicidad es la ausencia de problemas, y los problemas se resuelven con dinero, es imprescindible el dinero para ser feliz.

Pero mientras que no tenga el suficiente dinero, me podré permitir pequeños placeres como ver la lucha libre y comer alitas de pollo los sábados al mediodía.