Yo fui uno de tantos niños que tenían a sus abuelos viviendo en un pueblo, por entonces bastante lejano, porque empleábamos toda la mañana y casi la tarde, cogiendo un tren de los llamados "de vía estrecha" y varios autobuses, de modo que salíamos a eso de las ocho de la mañana y llegábamos para la hora de cenar y acostarnos. Hoy, merced a autopistas y autovías varias, se llega en poco más de una hora.
Y poco antes de llegar a la casa de mis abuelos en lo que llamaban "el correo", un autobús que, además de pasajeros, llevaba cartas para los habitantes de la zona, mi madre siempre me decía: "en cuanto pasemos la curva de la muñeca ya estamos allí".
Yo al principio me pensaba que lo de la curva de la muñeca era como una leyenda urbana, al estilo de la muerta de la curva. Tal vez se apareciese en aquella curva, por las noches, una muñeca fantasma que aterrorizaba a los conductores. Pero no, era una curva con el contorno muy cerrado, igual que el de la muñeca del brazo de cualquier persona, de ahí su nombre.
Mis abuelos ya han muerto, hace años, la casa sigue estando allí, ahora vive mi tío, su hijo menor, porque sigue trabajando en una central cercana que abastece de electricidad a toda la zona, y esas casas eran, en un principio, para los trabajadores de la central. Desconozco si lo siguen yendo. La curva también sigue estando allí, un lugar peligroso entonces por desprendimientos. También desconozco si lo sigue siendo.
En mis recuerdos siempre estará el momento de pasar la famosa "curva de la muñeca" y ver aparecer la central y, poco más allá, la casa de mis abuelos, en la que pasé tantos veranos y navidades.
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