lunes, 19 de mayo de 2014

Cuando todos se conocían

Recuerdo que hace años, cuando era un niño, iba por el pueblo de mis abuelos a pasar las vacaciones o las navidades, y era (ahora ya no tanto) un pueblo de pocas casas, en las que todo el mundo se conocía y tenían la llave por delante de la puerta, para que cualquiera entrase cuándo le diera la gana a saludar o pasar la tarde. Porque había confianza.

Ahora ya no. Las puertas están cerradas con llave y cerradura de doble cierre. Hay gente nueva, muchos ni se saludan y cada uno va a lo suyo.

A veces paseo por la calle y me fijo en que todas las personas hacen lo mismo. Observamos a los demás. Miramos otros rostros, buscando algún conocido con el que detenernos un rato y charlar o, al menos, saludar con la mano. Y si os dais cuenta, siempre que hay algún tumulto, ya sea una manifestación, la cola de un cine, una aglomeración en un supermercado, etc, miramos a los demás, buscamos amigos o conocidos.

El ser humano tiene, a veces de forma inconsciente, una necesidad permanente de contacto con otros seres humanos, y aunque muchos estén aparentemente casi todo el día centrados en chatear con su móvil o su ordenador, eso no significa que no necesiten estar cerca de otros. Muchas personas quieren hacer ver que son totalmente independientes y que se pueden valer por sí mismos, pero la cercanía con otras personas, el encontrarse con seres queridos o apreciados, siempre formará parte de nuestra condición humana, aunque no lo queramos reconocer.

Por eso mi consejo para esta semana es: buscad a vuestros amigos, familiares, parejas, etc. Hablad con ellos, con sinceridad, expresad lo que sentís por ellos, contactad, sentid, abrazaos. Os sentiréis mejor, sin ninguna duda.

Creedme, la soledad es muy mala, lo digo por experiencia.

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