lunes, 18 de agosto de 2014

El camino hasta ahora

Ayer terminé de ver las 8 temporadas de la serie "Sobrenatural". He recorrido junto a los hermanos Dean y Sam Winchester los rincones más oscuros de Norteamérica, descubriendo todo tipo de monstruos, demonios, fantasmas, vampiros, wendigos, perros del infierno, brujas, caníbales, metamórficos, licántropos, djinns, espectros, lamias, dioses paganos e incluso ángeles y al propio Lucifer. He vivido todos sus encuentros y desencuentros, discusiones y abrazos, abandonos y combates contra el mal. He viajado al infierno junto a los dos, también he viajado a sus propios cielos, a sus vidas reales y a todos los sitios a los que me han llevado como espectador. He visto la muerte de sus seres más queridos, la resurrección de algunos de ellos y la transformación en monstruos de otros. He reído y sufrido junto a ellos.
Y con una lluvia de ángeles caídos del cielo se despedía el último episodio de la octava temporada. Ese ha sido el camino hasta ahora.
Aún quedan, al menos, otras dos temporadas, así que el camino continuará, espero que muy pronto.
Pero el objeto de este post no es hablar de esta serie, sino de este otro asunto. He vivido algunos capítulos de esta y otras series, además de algunas películas, con más intensidad que algunas situaciones de la vida real.
Quien haya visto y vivido esta u otras series con la misma intensidad que yo, entenderá lo que digo.
Y una vez que las he vivido, todas van a parar al mismo sitio: a mi memoria. Y en mi memoria no tengo una sección para la vida real y otra para la ficción, todos los recuerdos están en el mismo cajón, y por eso tengo sentimientos de simpatía y cariño hacia muchos de esos personajes de series y películas igual que los tengo a personas de la vida real. Por supuesto, sé distinguir lo que es verdad de lo que es mentira, pero al fin y al cabo. ¿Qué es verdad? ¿Lo que vivimos y experimentamos en el mundo real? ¿Hasta qué punto estamos seguros de que todo lo que hemos vivido y sentido ha sido real?
La mente distorsiona los recuerdos con el paso del tiempo, y a lo mejor aquella situación vivida hace décadas que ahora nos parece tan idílica no lo fue en absoluto. Porque la mente solo guarda los buenos recuerdos. Y los malos también, pero esos son apartados a un remoto rincón de nuestro cerebro, y solo surgen de vez en cuando por cuenta propia, sin que nosotros se lo pidamos.
Cuando acudimos a la memoria siempre vamos en busca de buenos recuerdos. Incluso cuando pensamos en personas fallecidas, nos acordamos de lo bueno que tenía aquella persona o de los buenos momentos vividos junto a ella. No nos gusta acordarnos de las cosas malas. ¿A quién podría gustarle?
Y por eso, quiero esperar que el camino que he recorrido hasta ahora me haya servido para algo, y que a partir de aquí, me espere más camino, que yo habré de recorrer y decidir qué bifurcación tomar cuando se me presente una decisión.
Porque a eso se resume nuestra vida. Decisiones ante situaciones. La vida nos pone en determinadas situaciones y nosotros decidimos cómo actuar ante esas situaciones.
Por ello, mi consejo para este post es el siguiente: pensad bien antes de tomar cualquier decisión, porque una vez que emprendéis un camino, es difícil dar marcha atrás. Lo hecho no se puede deshacer (casi nunca), y lo dicho no se puede desdecir. Sed consecuentes con vuestras acciones y vuestros pensamientos, no hagáis ni digáis las cosas a lo loco, porque bastantes peligros nos pone la vida en el camino como para que nosotros nos convirtamos en nuestro propio obstáculo.

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