martes, 22 de abril de 2014

El cojín de hablar

El otro día estaba viendo un episodio de la serie "Breaking Bad", en el que la familia del protagonista se reunió para tratar unos asuntos y utilizaban un cojín para darse el turno de palabra. A ese cojín le llamaban "el cojín de hablar".

Una persona agarra el cojín, expone sus problemas o motivos de los que quiera hablar, y los demás escuchan y, como mucho, responden afirmativa o negativamente y hacen preguntas escuetas. Seguidamente la persona pasa el cojín a otra y el proceso es el mismo, hasta que todos han dicho todo aquello que necesitaban decir.

Sin llegar a ese sistema, lo cierto es que, actualmente, muchas familias no hablan apenas entre sus miembros. El niño llega a casa y la madre le pregunta ¿qué tal el cole? Su respuesta: bien. Y seguidamente se va a su habitación a hacer los deberes, a jugar con la consola, a leer o a lo que sea.

Esa es toda la comunicación del día. A la hora de la cena el chico se pone a la mesa, cena y vuelve a su habitación o sale con sus amigos de marcha.

Entre maridos y mujeres tampoco hay demasiada conversación, el marido llega del trabajo (o de buscarlo) y cansado, se repantiga en el sillón a ver la tele, mientras su mujer está leyendo, haciendo alguna labor de la casa, o viendo igualmente la televisión o trabajando o donde sea, pero nunca se sientan todos a conversar, a exponer sus problemas, a abrir sus sentimientos a los demás miembros de la familia.

Igualmente pasa en el terreno laboral o social, solemos guardarnos todo aquello que nos preocupa, lo que nos incomoda o lo que nos asusta. Intentamos retrasar la presencia de cualquier problema hasta el final, para no tener que hablar con otras personas de forma íntima. No cogemos los problemas de frente.

Y después pasa lo que pasa.

Malentendidos, broncas, equivocaciones, rencores, explosiones de ira, y todas esas consecuencias de no haber hablado cuando era necesario hacerlo.

Por eso mi consejo para hoy es este: Hablad.

Con vuestra familia, con vuestros amigos, con vuestro jefe o vuestros empleados, razonad, dialogad, exponed lo que os pasa y después, escuchad. No hace falta que llevéis un cojín encima. Simplemente dejad hablar, tomad nota de las respuestas que vais a dar si es oportuno, y responded lo que os parezca adecuado. Enfrentad los problemas en cuanto surgen, no dejéis que lleguen a empeorar.

Si no sois capaces entre todos de llegar a eso, cojed un cojín y utilizadlo como indicador de quién puede hablar y quién no. Al principio os resultará incómodo, pero con la práctica, os parecerá algo normal.

Ahora bien, si alguno de los integrantes de la conversación es irascible y no se puede hablar con él o ella, mejor no lo intentéis. Porque no va a razonar, no os dejará hablar y siempre intentará imponer su opinión a gritos. Y con ese tipo de personas no valen cojines.

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