Ayer tuve un problema con el ordenador. Me funcionó durante toda la mañana perfectamente, por la tarde lo apagué, al llegar a casa lo volví a encender y no me arrancaba el sistema operativo. Lo llevé a la tienda y me lo abrieron para descubrir que un tornillito no cerraba bien la sujeción del disco duro, con lo que éste se desplazaba un poco hacia atrás y no era leido por el cabezal, con lo cuál no podía ser encontrado.
El de la tienda me quitó ese tornillo diminuto, lo cambió por otro, configuró un par de cosas y problema arreglado.
¿Qué reflexioné de este hecho? Que a veces una cosa o una persona en apariencia insignificante, diminuta, minúscula, sin aparente importancia, te puede destrozar. Y de la misma manera, la persona más insignificante, diminuta, minúscyla y sin aparente importancia, puede cambiar el mundo si se lo propone.
Por un lado, aquel tornillo fue una mosca cojonera, ya sabéis, esas cosas y personas que se meten en medio de un asunto y lo vuelven todo del revés desde su aparente fragilidad. Pero también existen moscas no cojoneras, que pueden acabar con un régimen establecido, con un gobierno dictatorial, con una sociedad intolerante.
Al igual que Rosa Parks, la mujer de raza negra que, en plena época del racismo exacerbado se negó a ceder el asiento en que estaba sentada a un joven, simplemente porque él era de raza blanca, en un autobús urbano, cuando todas las personas de color tenían prohibido sentarse en asientos reservados para blancos, por la sociedad de entonces, y su en apariencia insignificante acción provocó una oleada de protestas lideradas por el mítico Martin Luther King que llevó a la abolición de los actos discriminatorios en lugares públicos.
De la misma forma, cualquiera de nosotros, si se lo propone y convence a suficientes personas, puede cambiar nuestra política, nuestra sociedad, y crear un mejor futuro para todos, acabando con la hegemonía, partitocracia (o palabros similares) de la política actual.
La pregunta es: ¿hay alguien que se atreva?
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