La caja negra o registrador de vuelo es un dispositivo que se instala en aviones, barcos y locomotoras. Su función es grabar las conversaciones y sonidos que suceden dentro de la cabina de los pilotos o maquinistas para, en caso de accidente, conocer los diálogos y las situaciones dentro de dichos recintos.
Estas cajas poseen microcircuitos de memoria capaces de registrar y conservar esas conversaciones durante años sin alimentación de energía, y los circuitos que almacenan esos datos se encuentran dentro de un bloque antichoque que resiste cualquier tipo de accidente. Para comprobar la resistencia de estos registradores, se les somete a pruebas como mantenerlo 24 horas en una cámara llena de agua de mar a presión, dejar caer sobre el aparato una masa de 225 kilos con una punta de acero templado, aplicarle una compresión de 2.300 kilopondios o someterle a llamas de 1.100º C.
Todo ello para asegurar que las cajas negras permanezcan intactas durante el accidente y se puedan comprobar después de un accidente las conversaciones y sonidos que determinarán, en parte, las causas de un accidente.
Obviamente, están hechas de materiales pesados, por lo que no se podría construir un avión o un tren de dicho material puesto que apenas podrían moverse, dado su enorme peso.
Pero sí estaría bien que (dependiendo del coste de una de estas cajas) cualquier vehículo llevase una de estas cajas, autobuses, taxis, coches particulares. Tal vez serían de ayuda en el mismo caso de un accidente.
Pero también sería interesante que esas cajas se instalasen en despachos de ministros, presidentes de gobierno o incluso en casas particulares, registrando durante años todo aquello que sucediese, para que las personas pudiesen acceder a las grabaciones de años atrás y recordar lo que en su día dijo aquel ministro y más tarde desmintió, o dijo el cuñado de mi mujer y luego negó, o hizo el primo del sobrino de la portera y después se arrepintió.
Tal vez las personas nos volveríamos más cautas, pero puede que también más honradas a la hora de hablar. Las mentiras, tarde o temprano, terminan por saberse. Una caja negra en cada casa sería un buen testigo de su historia.
¿Y por qué no, mini cajas negras en pulseras a nivel personal?
Los despachos de ministros son cajas muy muy negras. Opacas del todo.
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